26 de enero de 2009

Viejo de mierda.

Me dejó fuera de toda existencia posible. Me borró, me anuló, me hizo innecesario, inútil, desperdicio. Lo hizo con la habilidad que sólo puede tener una persona que está en el mundo desde hace muchos más años que uno. Lo hizo de viejo y no sé de cuántas otras cosas. Sus ojos eran celestes. Un celeste casi blanco, casi ciego. Su postura era corva, su vestimenta oscilaba en marrones, y su forma de hablar… su forma de hablar era extraña y engañosa. Así fue como me anuló.

Estaba parado en la puerta del edificio cuando yo salía. El viejo parecía un portero, pero no era un portero. Era viejo, muy viejo. Empecé a subirme en la moto, cuando el viejo se acerca y me dice: - disculpe joven, ¿no sabe si aquello es un kiosco? Señalando un toldo a mitad de cuadra del cual apenas alcancé a leer dos palabras. Una era “vinos”, la otra “quesos”, y en el medio de las dos había una tercera, corta, muy corta. Supuse que era una “y”. – mire, no creo, yo desde acá leo vinos y quesos... – le dije. Miré para la vereda de enfrente y creí ver un kiosco. Entonces bajé de la moto y caminé para leer. Parecía un kiosco, pero era un locutorio. – Creí que enfrente había uno… – sostuve intentando ayudarlo, mirando para todos lados, buscándole al viejo un kiosco. – ¡No! – Dijo el viejo de golpe – ¿sabe dónde tiene un kiosco?- lo miré confundido y agregó – aquí en la esquina, quiero decir, apenas doblando la esquina, unos cinco metros. Ahí tiene como la entrada a una galería. Bueno – gesticula exaltado – ahí en la entrada hay un kiosco. Usted va hasta la esquina, y apenas dobla, lo va a ver. Primero va a ver unas mesas, pero al costado tiene el kiosco, apenas pegado, ¿sabe?

En silencio me subí a la moto y lo único que atiné a decir antes de arrancar fue un “gracias” que no entendí. Que todavía no entiendo. No entiendo si él buscaba un kiosco que ya conocía, o yo buscaba un kiosco que no necesitaba. No sé si lo ayudé o me ayudó, si fui emisor o receptor, si fui o no fui. No sé para qué carajo me paré a buscar una respuesta, o una pregunta, y me llevé mil preguntas sin respuesta. En la esquina tengo un kiosco. ¿Y? Si yo no estaba buscando el kiosco, lo estaba buscando él.

Tengan cuidado, eso es lo que quiero decir. Cuando un viejo les pregunte algo, los puede hacer desaparecer con tanta facilidad…

25 de enero de 2009