No se debe hacer ruido cuando el pasado duerme. Se debe estar cerca, atento, con la puerta entreabierta si se quiere. Pasar cada tanto, dependiendo la nostalgia de cada uno. Se lo puede escuchar roncar. Se pueden ver sus canas reposar en la almohada o el hilo de baba cronológica colgando de su boca. Pero se debe tener especial cuidado de no despertar al pasado por cualquier cosa. No hay nada peor que un pasado de mal humor.
Se debe acudir a su lado en puntas de pie pero con mucha cautela. Es un placer verlo dormir, con su respiración profunda, incluso alejado él de sí mismo. Podemos hacer la prueba de sentarnos a su lado, acariciarlo muy suave, taparlo un poco, y repasar en la contemplación lo que fue y lo que lo hizo por fin dormir.
Nótense sus manos apretadas, su ronquido suave y profundo y las uñas largas de sus pies. Huele a viejo, a humedad, a nostalgia. Pero también huele a infancia, a inocencia, a libertad.
Pásese de a ratos y de a uno por vez a saludar su onírica presencia, y téngase a bien guardar la compostura. Como dice el cartel de entrada "prohibido gritarle, exigirle o reclamarle cosas al pasado".
Cuentan los más viejos, que quienes lo despertaron se llevaron preguntas de las preguntas y replanteos de los planteos. Y en su afán de modificarlo, convertirlo o aclararlo no hicieron más que exacerbar sus intolerables características.
Pásese por su lado, pero no se lo despierte. No vaya a ser cosa que su pasado despierte otro pasado y se encuentre sin poder poner de acuerdo las historias perdiendo el presente en una disputa eterna. Pásese a su lado pero no se lo despierte y al salir tenga a bien guardar el secreto que ahora se le susurra.
El pasado es ilusorio. El presente también. Y usted, y estas palabras, y quien las escribe.
21 de julio de 2011
30 de mayo de 2011
Portadora del color
Y extendés las alas desde el sueño que tenés en la crisálida. Y extendés la crisálida desde las alas que tenés en sueños. Y extendés los sueños desde la crisálida que tenés en las alas. Pero además tenés tiempo de mariposa, que tiene los tiempos tan determinados que uno los termina conociendo de memoria. Y es que el tiempo y las rutinas no te hacen mariposa. Mariposa te hace el constante ejercicio de la libertad, y su peso, y la liviandad de la alegría, y su peso, y el vuelo de la vida, y su peso. Así te volvés admirable portadora del color.
11 de abril de 2011
El bosque piola
Érase una vez una pequeña oruguita que aferrábase al ángulo de una hoja esperando convertirse en capullo y luego en mariposa. Como oruga, parecía un animalito insignificante, arrastrado y feo. Pero en realidad pocos sabían que ese bichito se convertiría algún día en ese ser alado y mágico.
Un día, paseábase por esos verdes un oso pardo, grandote, pesado, y hambriento. Desde hacía varios días el oso buscaba qué comer. ¿Por qué quería comer el oso? Porque quería dormir. Y la panza le hacía tanto pero tanto ruido, que simplemente no podía.
Hasta que esa tarde, el destino cruzó a la oruguita con el oso.
- Qué hacés gordo pelotudo? -dijo la oruguita.
- Rescatate eh conchuda! Que te doy un zarpaso y te pongo pilla -contestó el oso sorprendido.
- Qué boqueás gil? Con vos está todo mal en las ramas, gato.-dijo enojada la oruguita.
- Qué me decís gato, moco de mierda? Vos te plantás? -patoteó agitado el oso mientras se sacaba una remera de Los Piojos.
- Quedate piola, bobo -le dijo la oruga y se puso una mano en la cintura -que si levantás la perdiz te lleno de coqui, me entendiste?
Justo en ese momento pasaba por allí el conejo Ramírez de la Bonaerense que casualmente estaba en servicio.
- Qué pasa por acá muchachos? Algún problema? -preguntó el conejo cumpliendo con su deber.
- Y a vos quién te pasó cabida cobani de mierda? -contestó la oruguita.
- Ah, queré calabozo? -la increpó el conejo Ramirez.
- No, quiero calabaza, puto, gil, gato... gato! -se exasperó la oruguita sacando de su cintura un fierro calibre 22.
La patita de la oruga comenzó a temblar y los ojos del conejo parecían salirse de su cara. En el bosque se hizo un silencio terrible. Cuando todos esperaban el disparo, el oso lanzó un mordisco y terminó con la oruga en menos de un segundo.
- Oso, no sé cómo te voy a agradecer -dijo el conejo Ramirez- todo el bosque debe estarte agradecido.
- Yo sí sé cómo podés ayudarme -dijo el oso con ironía. - Chupame un rato la verga o te hago llavero -amenazó el osito que ya no estaba de buen humor.
Una vez terminada la felatio del conejo Ramirez, éste fue devorado, y así el osito pudo tirarse por fin a dormir la siesta.
- Y el próximo que me venga a romper las bolas me lo enfundo en la chorga! me oyeron? -sonó el grito en medio del bosque piola.
Moraleja: Los osos con remeras de Los Piojos se la re bancan y nadie les puede decir nada.
Un día, paseábase por esos verdes un oso pardo, grandote, pesado, y hambriento. Desde hacía varios días el oso buscaba qué comer. ¿Por qué quería comer el oso? Porque quería dormir. Y la panza le hacía tanto pero tanto ruido, que simplemente no podía.
Hasta que esa tarde, el destino cruzó a la oruguita con el oso.
- Qué hacés gordo pelotudo? -dijo la oruguita.
- Rescatate eh conchuda! Que te doy un zarpaso y te pongo pilla -contestó el oso sorprendido.
- Qué boqueás gil? Con vos está todo mal en las ramas, gato.-dijo enojada la oruguita.
- Qué me decís gato, moco de mierda? Vos te plantás? -patoteó agitado el oso mientras se sacaba una remera de Los Piojos.
- Quedate piola, bobo -le dijo la oruga y se puso una mano en la cintura -que si levantás la perdiz te lleno de coqui, me entendiste?
Justo en ese momento pasaba por allí el conejo Ramírez de la Bonaerense que casualmente estaba en servicio.
- Qué pasa por acá muchachos? Algún problema? -preguntó el conejo cumpliendo con su deber.
- Y a vos quién te pasó cabida cobani de mierda? -contestó la oruguita.
- Ah, queré calabozo? -la increpó el conejo Ramirez.
- No, quiero calabaza, puto, gil, gato... gato! -se exasperó la oruguita sacando de su cintura un fierro calibre 22.
La patita de la oruga comenzó a temblar y los ojos del conejo parecían salirse de su cara. En el bosque se hizo un silencio terrible. Cuando todos esperaban el disparo, el oso lanzó un mordisco y terminó con la oruga en menos de un segundo.
- Oso, no sé cómo te voy a agradecer -dijo el conejo Ramirez- todo el bosque debe estarte agradecido.
- Yo sí sé cómo podés ayudarme -dijo el oso con ironía. - Chupame un rato la verga o te hago llavero -amenazó el osito que ya no estaba de buen humor.
Una vez terminada la felatio del conejo Ramirez, éste fue devorado, y así el osito pudo tirarse por fin a dormir la siesta.
- Y el próximo que me venga a romper las bolas me lo enfundo en la chorga! me oyeron? -sonó el grito en medio del bosque piola.
Moraleja: Los osos con remeras de Los Piojos se la re bancan y nadie les puede decir nada.
3 de enero de 2011
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