Érase una vez una pequeña oruguita que aferrábase al ángulo de una hoja esperando convertirse en capullo y luego en mariposa. Como oruga, parecía un animalito insignificante, arrastrado y feo. Pero en realidad pocos sabían que ese bichito se convertiría algún día en ese ser alado y mágico.
Un día, paseábase por esos verdes un oso pardo, grandote, pesado, y hambriento. Desde hacía varios días el oso buscaba qué comer. ¿Por qué quería comer el oso? Porque quería dormir. Y la panza le hacía tanto pero tanto ruido, que simplemente no podía.
Hasta que esa tarde, el destino cruzó a la oruguita con el oso.
- Qué hacés gordo pelotudo? -dijo la oruguita.
- Rescatate eh conchuda! Que te doy un zarpaso y te pongo pilla -contestó el oso sorprendido.
- Qué boqueás gil? Con vos está todo mal en las ramas, gato.-dijo enojada la oruguita.
- Qué me decís gato, moco de mierda? Vos te plantás? -patoteó agitado el oso mientras se sacaba una remera de Los Piojos.
- Quedate piola, bobo -le dijo la oruga y se puso una mano en la cintura -que si levantás la perdiz te lleno de coqui, me entendiste?
Justo en ese momento pasaba por allí el conejo Ramírez de la Bonaerense que casualmente estaba en servicio.
- Qué pasa por acá muchachos? Algún problema? -preguntó el conejo cumpliendo con su deber.
- Y a vos quién te pasó cabida cobani de mierda? -contestó la oruguita.
- Ah, queré calabozo? -la increpó el conejo Ramirez.
- No, quiero calabaza, puto, gil, gato... gato! -se exasperó la oruguita sacando de su cintura un fierro calibre 22.
La patita de la oruga comenzó a temblar y los ojos del conejo parecían salirse de su cara. En el bosque se hizo un silencio terrible. Cuando todos esperaban el disparo, el oso lanzó un mordisco y terminó con la oruga en menos de un segundo.
- Oso, no sé cómo te voy a agradecer -dijo el conejo Ramirez- todo el bosque debe estarte agradecido.
- Yo sí sé cómo podés ayudarme -dijo el oso con ironía. - Chupame un rato la verga o te hago llavero -amenazó el osito que ya no estaba de buen humor.
Una vez terminada la felatio del conejo Ramirez, éste fue devorado, y así el osito pudo tirarse por fin a dormir la siesta.
- Y el próximo que me venga a romper las bolas me lo enfundo en la chorga! me oyeron? -sonó el grito en medio del bosque piola.
Moraleja: Los osos con remeras de Los Piojos se la re bancan y nadie les puede decir nada.