- Pero yo puse uno con veinte.
- No, no pusiste uno con veinte. La máquina no es boluda.
- Bueno, yo tenía uno con veinte en la mano, y soy menos boludo que la máquina.
- ¿Ahí dice uno con diez? Entonces pusiste uno con diez. No hay otra flaco. Poné diez centavos más o bajate. Pero apurate porque me estás haciendo perder el tiempo.
- Escuchame, pedazo de sorete del sistema, cabeza cagada, hijo de un antojo de pija, producto del conchudismo social, partícula de mierda en una letrina, salido del fondo del peor culo de la más puta de las madres, red neuronal desconectada del meo ácido donde te flota la hemorroide que tenés de cerebro, hijo de un random vergal, nieto de una mezcla sobresaliente de forros, bis nieto de una colección de esperma de la foca más pelotuda de todo el océano, rama de un árbol genealógico de latex pinchado y mierda marmolada, enfermo, come culos, chupa troncos, enderezador de snorquels, domador de porongas, catador de pelusa, cabeceador de ombligos... a ver si me entendés un poquito... puse un peso con veinte y tu máquina de mierda anda mal, ¿ok?
- Si señor, pase nomás. Debe ser una falla de la máquina.
- Gracias, muy amable.
- Gracias a usted. Disculpe el malentendido.
Claro que esto es lo que después, caminando hasta mi destino, fui pensando que tendría que haberle dicho y no le dije. Cosas que te quedan atragantadas y vas repitiendo en un diálogo gestual con vos mismo, en una fantasía exclusiva, porque necesitás sacarlas para no pudrirte por dentro. Porque necesitás hacer una catarsis para no cagar a trompadas al próximo que te lleve la contra.