29 de abril de 2008
22 de abril de 2008
Luca Vive (en el sexto piso)
Miranda estaba tomando su clase de yoga cuando llegué al departamento de Hidalgo y Yerbal. Después de estar un rato parado en la ventana, al tiempo que tomaba unos amargos, la luz no faltaba, pero la chispa si. Entonces prendí una vela paraguaya, en una pipa argentina, con un encendedor taiwanés. Era un sábado a la tarde con resabios de viernes, un viernes que había sido con resabios de jueves, de un jueves con resabios de miércoles, de un miércoles con resabios de martes, un martes con resabios de lunes.
Entonces me dispuse a salir, para ver si con la gente amontonada en José María Moreno y Rivadavia las fichas se acomodaban.
Estaba en el piso 8vo, y para salir necesitaba de ese aparejo lleno de botones que sube y baja a la gente. Algo que para mi debería llamarse ascensor y descensor. Pero sea cual fuere su nombre, ningun nombre le correspondía si no funcionaba, si no cumplía con el fin para el cual había sido construído. Y eso era exactamente lo que pasaba. El ascensor no ascendía ni descendía. El ascensor no funcionaba.
Entonces opté por el medio fiel y alternativo de la escalera, y comencé el descenso. Pasé por el piso 7mo casi sin mirar, y las voces con eco de pasillo que venían de más abajo comenzaban a sentirse más y más cerca con cada escalón. En el descanso de la escalera que unía el 6to con el 5to, identifiqué la fuente de los lamentos que venía escuchando desde hacía dos escaleras. Era una pareja de ancianos, ella en bata, él en pijamas, ambos ancianos, ambos quejosos, ambos indignados, porque no encontraban ni fidelidad ni nada en la escalera. Cada movimiento era una gota de conciencia para un cuerpo que ya no la necesitaba. Una molestia, un sin fin de escalones, una tortura espiralada. Entonces pienso que no hay médico ni remedio para esos estados de ánimo, pero si pensaba rápido y práctico quizás si, podía decir algo optimista. Uno de esos “hay cosas peores” que placeban superficialmente las cosas.
Entonces me doy vuelta, ya habiéndolos pasado, como el conejo pasa a la tortuga, y les digo: menos mal que es en bajada, peor sería estar subiendo...
Él levanta la vista, y con la boca semiabierta me mira, toma aire, y cuando creí que iba a escuchar otra queja sorda y desconsolada, me dice con voz fuerte y bien entonada: Juventud! Divino... tesoro...
Tardé en darme vuelta. Llegué a planta baja, a la calle, a José María Moreno. Estaba repleto de gente, pero eso ya no importaba. Ese día deambulé por la calle durante horas, y sin embargo, no encontré forma alguna de bajar del 6to piso.
Entonces me dispuse a salir, para ver si con la gente amontonada en José María Moreno y Rivadavia las fichas se acomodaban.
Estaba en el piso 8vo, y para salir necesitaba de ese aparejo lleno de botones que sube y baja a la gente. Algo que para mi debería llamarse ascensor y descensor. Pero sea cual fuere su nombre, ningun nombre le correspondía si no funcionaba, si no cumplía con el fin para el cual había sido construído. Y eso era exactamente lo que pasaba. El ascensor no ascendía ni descendía. El ascensor no funcionaba.
Entonces opté por el medio fiel y alternativo de la escalera, y comencé el descenso. Pasé por el piso 7mo casi sin mirar, y las voces con eco de pasillo que venían de más abajo comenzaban a sentirse más y más cerca con cada escalón. En el descanso de la escalera que unía el 6to con el 5to, identifiqué la fuente de los lamentos que venía escuchando desde hacía dos escaleras. Era una pareja de ancianos, ella en bata, él en pijamas, ambos ancianos, ambos quejosos, ambos indignados, porque no encontraban ni fidelidad ni nada en la escalera. Cada movimiento era una gota de conciencia para un cuerpo que ya no la necesitaba. Una molestia, un sin fin de escalones, una tortura espiralada. Entonces pienso que no hay médico ni remedio para esos estados de ánimo, pero si pensaba rápido y práctico quizás si, podía decir algo optimista. Uno de esos “hay cosas peores” que placeban superficialmente las cosas.
Entonces me doy vuelta, ya habiéndolos pasado, como el conejo pasa a la tortuga, y les digo: menos mal que es en bajada, peor sería estar subiendo...
Él levanta la vista, y con la boca semiabierta me mira, toma aire, y cuando creí que iba a escuchar otra queja sorda y desconsolada, me dice con voz fuerte y bien entonada: Juventud! Divino... tesoro...
Tardé en darme vuelta. Llegué a planta baja, a la calle, a José María Moreno. Estaba repleto de gente, pero eso ya no importaba. Ese día deambulé por la calle durante horas, y sin embargo, no encontré forma alguna de bajar del 6to piso.
15 de abril de 2008
De importans of saund
If iu dont spik Inglish, iu wil bi spiking it widaut íven rialaising.
On di oder jand, if iu du spik Inglish, iu wil bi anderstanding, widaut riding it.
Güords jav de sin of biing important for wining several batls agenst taim. Bat lisen tu wat aim seing tu iu widaut riding it, bicos aim not wraiting it.
Its de saund dat oupens de geits tu anderstending. Güords ar de cónsecuens. E preset simbol sistem of mutual anderstanding. E comon set ap. Bat güords ar not as important as leters. And de leter dat dasnt riprisent e saund, saséptibl of biing anderstúd, is not important.
Iu kant wrait enizing dat dasnt jav e saund.
Nazing dat dasnt riprisent e saund kan bi red.
Evri saund dat can bi anderstúd, is e güord.
On di oder jand, if iu du spik Inglish, iu wil bi anderstanding, widaut riding it.
Güords jav de sin of biing important for wining several batls agenst taim. Bat lisen tu wat aim seing tu iu widaut riding it, bicos aim not wraiting it.
Its de saund dat oupens de geits tu anderstending. Güords ar de cónsecuens. E preset simbol sistem of mutual anderstanding. E comon set ap. Bat güords ar not as important as leters. And de leter dat dasnt riprisent e saund, saséptibl of biing anderstúd, is not important.
Iu kant wrait enizing dat dasnt jav e saund.
Nazing dat dasnt riprisent e saund kan bi red.
Evri saund dat can bi anderstúd, is e güord.
4 de abril de 2008
Va a haber una vez
Gonzalo va a nacer el 12 de agosto de dentro de diez años. Desde sus primeros días será una persona de fuerte tempreramento, equilibrado y más adelante oportunamente amparador.
Gonzalo se convertirá en un hombre de bien, y conocerá, como suele suceder en estos casos, a una mujer que lo merezca.
Patricia será una madre de esas que desdibujan los roles constantemente, estableciendo lazos de hija con su pareja, de pareja con su padre, de hermana con sus hijos, etc, etc, etc. Aunque eso no quitará su debienez.
De este matrimonio nacerá Felipe. Un niño con una gran capacidad para el juego, la inventiva y el arte de la astucia como forma elaborada de inteligencia de aplicación práctica.
Esta natural disposición a la resolución espontánea de problemas cotidianos lo hará triunfar en el mundo laboral. Pero eso será quizás parte de otra historia y no viene al caso.
Lo realmente importante, sorprendente, llamativo y curioso de esta historia, sucederá poco después de que Felipe cumpla los 7 años. Día en el que recibirá por regalo a Chungo, un hermoso ovejero belga, de caracter dócil, solemne y juguetón.
Chungo y Felipe serán inmediatamente grandes compañeros.
A mediados de enero de ese mismo año, Felipe y Chungo irán de veraneo a la costa, y cruzando la avenida que separa la casa que alquilarán del mar, Chungo será atropellado y luego pisado por un bus lleno de monjitas cantando “Señor de Galilea” con tanto ahínco, que nadie, ni el chofer ni las devotas, notará el ladrido o el crujido de los huesos de Chungo entre la goma y el asfalto.
En ese momento, el grito de Felipe hará que Gonzalo corra con toda velocidad hacia su hijo, para levantarlo en brazos y apoyando la desconsolada cabecita en sus hombros, le susurrará al oído:
- Tranquilo hijo. No llores. Nada de esto ha pasado todavía. Iremos de vacaciones a otro lugar, o pondremos a Chungo una correa para que nunca cruce la avenida.
Así Felipe dejó de llorar, sonrió, y vivieron, cuando pasó esto y no lo otro, felices para siempre.
Gonzalo se convertirá en un hombre de bien, y conocerá, como suele suceder en estos casos, a una mujer que lo merezca.
Patricia será una madre de esas que desdibujan los roles constantemente, estableciendo lazos de hija con su pareja, de pareja con su padre, de hermana con sus hijos, etc, etc, etc. Aunque eso no quitará su debienez.
De este matrimonio nacerá Felipe. Un niño con una gran capacidad para el juego, la inventiva y el arte de la astucia como forma elaborada de inteligencia de aplicación práctica.
Esta natural disposición a la resolución espontánea de problemas cotidianos lo hará triunfar en el mundo laboral. Pero eso será quizás parte de otra historia y no viene al caso.
Lo realmente importante, sorprendente, llamativo y curioso de esta historia, sucederá poco después de que Felipe cumpla los 7 años. Día en el que recibirá por regalo a Chungo, un hermoso ovejero belga, de caracter dócil, solemne y juguetón.
Chungo y Felipe serán inmediatamente grandes compañeros.
A mediados de enero de ese mismo año, Felipe y Chungo irán de veraneo a la costa, y cruzando la avenida que separa la casa que alquilarán del mar, Chungo será atropellado y luego pisado por un bus lleno de monjitas cantando “Señor de Galilea” con tanto ahínco, que nadie, ni el chofer ni las devotas, notará el ladrido o el crujido de los huesos de Chungo entre la goma y el asfalto.
En ese momento, el grito de Felipe hará que Gonzalo corra con toda velocidad hacia su hijo, para levantarlo en brazos y apoyando la desconsolada cabecita en sus hombros, le susurrará al oído:
- Tranquilo hijo. No llores. Nada de esto ha pasado todavía. Iremos de vacaciones a otro lugar, o pondremos a Chungo una correa para que nunca cruce la avenida.
Así Felipe dejó de llorar, sonrió, y vivieron, cuando pasó esto y no lo otro, felices para siempre.
3 de abril de 2008
Someconoc ol lauc lat odnum le
Estaba el hombre en su ciudad. Estaban los hombres en sus ciudades. Estaban las calles, los nombres de las calles, la huella de los hombres de los nombres de las calles, y los hombres comunes también estaban.
Los sistemas político, económico y religiosos eran el producto irrefutable de un ensayo-error que llevaba siglos perfeccionandose.
La gente tenía su trabajo, su casa, y sus familias o amigos. Los más afortunados, tenían terapeuta y una carrera de grado.
Provenientes de tierras lejanas, en el año 2042 arriban a las costas de América tres barcas al mando del cacique Crostibolur Culum, que tenía por fin restaurar las tierras del eterno origen, donde sus antepasados habían forjado los lazos más nobles de convivencia con la naturaleza. Otra fuerza que motivaba la expedición era la demosración empírica de una teoría que sostenía que el ciclo del tiempo era circular, y no lineal como se creía en otras culturas.
La reconquista se dio desde la costa, hacia el centro, norte y sur del continente. Los reconquistadores emprendieron así, una cruel matanza del hombre civilizado, imponiendo un replanteo del credo y las costumbres, que derivó en una alteración demográfica y cultural con antecedentes.
Reinó así la inferiorización y el desconocimiento de la naturaleza humana de los pueblos habitantes al ser reducidos a la categoría de "encomendados", sometidos y desconocidos como seres humanos con derechos.
Así el hombre de traje fue muerto o, con suerte no mucho mejor, obligado a trabajar bajo una relación de respeto y sumisión a las órdenes de la naturaleza hasta desfallecer, alejado injustamente de sus tv’s de plasma, controles remotos, vidrieras y ordenadores.
Las mujeres con ropa de Rapsodia y Akiabara fueron violadas y después muertas.
Los edificios y shoppings fueron derrumbados sin clemencia, y en su lugar se instalaron montes y animales. Los sueños y las construcciones de los que habían ocupado estas tierras fueron devastados a cada paso de la reconquista.
Un brujo y su séquito arribaron a las tierras avanzado el reestablecimiento, para dar la posibilidad a hombres y mujeres de desbautizarse, prometiendo en su lugar la protección y atención a la madre tierra. De esta manera la muerte tenía una opción de no ser. Había que adorar lo que los reconquistadores. De lo contrario, se moría.
El golpe más duro del que se tiene registro en el territorio nacional, fue lo que se conoció como La Conquista del Microcentro, durante el mandato del Gu principal de la época Jun Manul de las Rosas.
Al día de hoy, los civilizados se encuentran en grupos reducidos y dispersos. Algunos aun demandando la reconstrucción de peatonales y zonas de WiFi, otros resignados se dedican a practicar sus antiguas costumbres como patrimonio innegable a la libertad del individuo, tarareando canciones de U2 o debatiendo las añoradas temporadas de Lost.
La lucha de estas minorías es apoyada por organismos no madreterrenales, aunque en general se considera una lucha perdida, un testimonio poco interesante de una cultura que ya no tiene lugar ni razón de ser.
Los sistemas político, económico y religiosos eran el producto irrefutable de un ensayo-error que llevaba siglos perfeccionandose.
La gente tenía su trabajo, su casa, y sus familias o amigos. Los más afortunados, tenían terapeuta y una carrera de grado.
Provenientes de tierras lejanas, en el año 2042 arriban a las costas de América tres barcas al mando del cacique Crostibolur Culum, que tenía por fin restaurar las tierras del eterno origen, donde sus antepasados habían forjado los lazos más nobles de convivencia con la naturaleza. Otra fuerza que motivaba la expedición era la demosración empírica de una teoría que sostenía que el ciclo del tiempo era circular, y no lineal como se creía en otras culturas.
La reconquista se dio desde la costa, hacia el centro, norte y sur del continente. Los reconquistadores emprendieron así, una cruel matanza del hombre civilizado, imponiendo un replanteo del credo y las costumbres, que derivó en una alteración demográfica y cultural con antecedentes.
Reinó así la inferiorización y el desconocimiento de la naturaleza humana de los pueblos habitantes al ser reducidos a la categoría de "encomendados", sometidos y desconocidos como seres humanos con derechos.
Así el hombre de traje fue muerto o, con suerte no mucho mejor, obligado a trabajar bajo una relación de respeto y sumisión a las órdenes de la naturaleza hasta desfallecer, alejado injustamente de sus tv’s de plasma, controles remotos, vidrieras y ordenadores.
Las mujeres con ropa de Rapsodia y Akiabara fueron violadas y después muertas.
Los edificios y shoppings fueron derrumbados sin clemencia, y en su lugar se instalaron montes y animales. Los sueños y las construcciones de los que habían ocupado estas tierras fueron devastados a cada paso de la reconquista.
Un brujo y su séquito arribaron a las tierras avanzado el reestablecimiento, para dar la posibilidad a hombres y mujeres de desbautizarse, prometiendo en su lugar la protección y atención a la madre tierra. De esta manera la muerte tenía una opción de no ser. Había que adorar lo que los reconquistadores. De lo contrario, se moría.
El golpe más duro del que se tiene registro en el territorio nacional, fue lo que se conoció como La Conquista del Microcentro, durante el mandato del Gu principal de la época Jun Manul de las Rosas.
Al día de hoy, los civilizados se encuentran en grupos reducidos y dispersos. Algunos aun demandando la reconstrucción de peatonales y zonas de WiFi, otros resignados se dedican a practicar sus antiguas costumbres como patrimonio innegable a la libertad del individuo, tarareando canciones de U2 o debatiendo las añoradas temporadas de Lost.
La lucha de estas minorías es apoyada por organismos no madreterrenales, aunque en general se considera una lucha perdida, un testimonio poco interesante de una cultura que ya no tiene lugar ni razón de ser.
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