Sin querer tiré el atado de cigarrillos al piso. Cayó al lado de la cortina anaranjada mientras en la televisión empezaban a decir el pronóstico del tiempo. Todo encajaba a la perfección en un recuerdo vago. Estaba seguro de que ya había vivido eso.
Entonces levanté el atado despacio, entre expectante y confundido. Miré la televisión y de alguna manera ya sabía que mañana tendría 6 de mínima, 15 de máxima, y precipitaciones aisladas en el conurbano bonaerense. Eso incrementó mi confusión.
Me levanté de repente para salir de esa sensación atemporal. Corrí la cortina y vi que el auto rojo se detenía en la esquina sin semáforo para dejar pasar al auto blanco. Para mi asombro los dos autos ya existían en algún rincón de mi cabeza. Eso también ya lo había vivido.
Me asusté hasta la desesperación. Y el susto y los movimientos temblorosos me eran tan familiares que me horroricé. Entonces busqué una esperanza de la que aferrarme. Una puerta de salida para el desconcierto que sitiaba mi sistema nervioso central. Y recurrí a lo atípico: hacer algo sin sentido que nunca hubiese hecho. Un acto que certeramente no encontrara antecedentes en mi conciencia. Y me desnudé por completo. Y puse la videocassetera sobre mi cabeza. Y con la mano que me quedaba descolgué el teléfono y lo enrosqué a mi brazo. Puse una pierna sobre la cama, y con la otra comencé a saltar. En ese momento de vulnerabilidad entró mi hermano por la puerta, y mirándome con asombro me dijo: ¿otra vez?
Dejé de saltar y me desmayé. Cuando me repuse no recordaba nada de nada. Lo único que quería era fumar un cigarrillo.
4 comentarios:
me parece que éste post ya lo leí... de vuelta...
no hiciste ya ese comentario?
Es que querer escaparle a la rutina es muy predecible, y los deja vus no son más que balisas del destino para que te des cuenta que adelante tenés un desvío.
Es que querer escaparle a la rutina es muy predecible, y los deja vus no son más que balisas del destino para que te des cuenta que adelante tenés un desvío.
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