Ella es oro y él montaña. Y al revés. Por eso crean juntos una montaña de oro: genial, fantástica, cautivante e inexistente montaña de oro. Y es que a veces somos una metáfora, donde lo real existe sólo por separado y lo hermoso existe sólo en la irrealidad. Y se desenfrenan los quilates. Y se exasperan los barrancos. Y se sueñan fantástica posibilidad de uno en el otro.
Cuando se es una metáfora, y lo imposible prevalece sobre lo posible, la inexistencia se vuelve tan contradictoria que al final de cuentas se existe, en perfecta complejidad, entre jamás y para siempre.
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